Se puede decir que una comunicación alternativa lo será más o menos, en la medida que subvierta el orden moral, político, social, tecnológico, cultural, simbólico e ideológico que exista en una realidad concreta. Podemos afirmar incluso que las comunicaciones constituyen en muchos casos, el principio conservador-inductor de comportamientos sociales.
Los controles sobre la información
El desarrollo tecnológico ha generado la necesidad de expertos que manipulen símbolos, a la vez que se reduce la necesidad de técnicos y operarios que manejen máquinas. La percepción ha pasado a ser un valor de primer orden en el proceso de producción, de igual manera que lo es también en la elaboración de ideas.
Las empresas, las instituciones y los gobiernos necesitan de imagen, viven de ella para valorar sus productos, conservar su poder o mantener vigente su gobernabilidad. Se invierte y gasta tanto en imagen porque a través de la comunicación se influye, se manipula y se persuade. El sector de la comunicación está saturado de técnicos que cuidan el aspecto estético del medio; que un periódico esté bien diseñado, que el escenario de un estudio de televisión sea atractivo, o que los spots publicitarios sean efectivos. Para todo ello existen especialistas en la forma y lo estético (técnicos, diseñadores, correctores de estilo, productores de publicidad...).
Y por otro lado están los expertos, que cubren el aspecto ideológico, intervienen en la manipulación de la información. Deciden qué es noticia y qué no, la importancia de una noticia, el espacio que va a ocupar, la decoran, eligen la foto, ilustración o efecto de sonido que va a acompañarla. Deciden en definitiva, el impacto de la noticia, pero no de acuerdo a su importancia, sino desde sus intereses ideológicos, es decir, los intereses económicos e ideológicos de los grupos propietarios del medio.
El desarrollo tecnológico ha generado la necesidad de expertos que manipulen símbolos, a la vez que se reduce la necesidad de técnicos y operarios que manejen máquinas. La percepción ha pasado a ser un valor de primer orden en el proceso de producción, de igual manera que lo es también en la elaboración de ideas.
Las empresas, las instituciones y los gobiernos necesitan de imagen, viven de ella para valorar sus productos, conservar su poder o mantener vigente su gobernabilidad. Se invierte y gasta tanto en imagen porque a través de la comunicación se influye, se manipula y se persuade. El sector de la comunicación está saturado de técnicos que cuidan el aspecto estético del medio; que un periódico esté bien diseñado, que el escenario de un estudio de televisión sea atractivo, o que los spots publicitarios sean efectivos. Para todo ello existen especialistas en la forma y lo estético (técnicos, diseñadores, correctores de estilo, productores de publicidad...).
Y por otro lado están los expertos, que cubren el aspecto ideológico, intervienen en la manipulación de la información. Deciden qué es noticia y qué no, la importancia de una noticia, el espacio que va a ocupar, la decoran, eligen la foto, ilustración o efecto de sonido que va a acompañarla. Deciden en definitiva, el impacto de la noticia, pero no de acuerdo a su importancia, sino desde sus intereses ideológicos, es decir, los intereses económicos e ideológicos de los grupos propietarios del medio.
0 comentarios:
Publicar un comentario